Las palabras del Príncipe no hacen más que recalar en una teoría comúnmente aceptada: la teoría del capital humano: los esfuerzos en educación dan lugar a mejoras en la productividad que traen como consecuencia tres efectos positivos: mejores perspectivas para el individuo receptor de la educación (pues mejora sus posibilidades de empleo y de obtención de rentas), mejores perspectivas para las empresas que disfrutan de unos recursos humanos más preparados y correlativas mejoras del jivel de vida de la sociedad en general. Invertir en educación es invertir en futuro, es invertir en prosperidad.
Siendo así se ha de exigir a los gobiernos que impulsen un sistema educativo público de calidad para todos los ciudadanos. El propio Adam Smith, todo un liberal (seguramente el primer precursor del liberalismo económico de forma sistemática) no sólo aceptó, sino que también propuso la intervención del sector público en la educación. Dice en algún lugar de su obra que el ser humano no educado puede verse reducido a la estupidez, «salvo que el gobierno se ocupe de impedirlo»
Folenweb. El blog de José Manuel Roca.